Fenwick: un forastero con mala suerte

Tenia mucha sed, había caminado por buena parte de la ciudad buscando la posada que mi amigo me recomendó, pero no logré mi objetivo. 

A unos pocos pasos, divisé un cartel con un cerdo dibujado. Era nuevo en la ciudad y no sabía muy bien que tipo de gente frecuentaba el lugar, pero mi sed era más fuerte que el miedo.

Abrí la puerta con energía, dándome cuenta con la caricia de ese aire viciado que ahí dentro era un lugar concurrido, y que esa mezcla de olores de taberna me atraían y me repugnaban a partes iguales. 

Lo que no me esperaba era el recibimiento. Yo quería pasar desapercibido, pero todos se quedaron mirándome justo en el momento que franqueé la puerta. 

Durante unos segundos titubeé, pero sabia muy bien que en situaciones de peligro inminente siempre es mejor aparentar seguridad que amedrentarse.

Así que con paso seguro me dirigí hacia el tabernero y le pedí bebida. Este pareció sorprendido, y me dijo que no era posible, que hoy estaba cerrada la taberna porque se estaba celebrando una boda.

Ahora entendía las miradas que recibí, pero le pregunté si podía beber algo rápido e irme porque estaba sediento. El pobre hombre me aconsejó que me fuera lo antes posible, porque ahí se encontraba gente muy peligrosa. 

Le pregunté si había un hostal cerca, pero la conversación quedó interrumpida por un hombre que se puso en medio de los dos.

- Que haces aquí, forastero?! - Gritó aquel hombre, amenazándome con un puño.

- Perdone, ha sido un malentendido, no quería interrumpir su fiesta.

El hombre no estaba nada convencido y se acercaba más y más. Pero de repente apareció una mujer vestida como un soldado. Sacó su espada y la dirigió al hombre primero y luego noté el filo cerca de mi garganta. 

- Lárguese de aquí. - me dijo.

- De acuerdo. - le dije con las manos hacia arriba.

Me encaminé hacia la salida, pero antes de cruzar el umbral, agarré una jarra de cerveza de la barra y lance en esa dirección unas cuantas monedas.

Fuera de la taberna, corrí tanto como pude intentando no derramar nada de ese líquido amarillento, con lo que me costó conseguirla. Doblé una esquina y me quedé mirando si venia alguien. 

Pero no había ni una alma. Me quedé escuchando por si se oían pasos, pero todo estaba en silencio.

Estaba oscureciendo así que intenté buscar algún sitio donde cobijarme. Se me terminó la cerveza sin hallar ninguna posada. 

Sin verlo venir, noté demasiado tarde unos pasos muy cerca y al doblar la esquina me encontré con una espada sostenida por una mano enguantada que me era familiar. 

- Otra vez?! - dije con la exasperación del momento.

- Le veo muy dispuesto a morir, señor. - me dijo. 

- Estoy agotado, hambriento y ahora enfadado. Me cuesta discernir en estos momentos.

- Quien es usted? Y que hacia en la taberna?

- Me llamo Edward. Y se lo acabo de decir, señorita o señora. Solo estoy buscando un lugar para descansar.

Bajó la espada. 

- Edward...

- Si. 

- No tiene apellido?

- No, si no me dice su nombre.

Ella se quedó callada, por su cara vi que no se fiaba demasiado de mi.

- De acuerdo, hagamos un trato, usted me dice donde puedo hospedarme y yo le doy dinero por las molestias de lo sucedido.

- Me esta sobornando?

- No. Pero que me haya seguido sera por lo de la cerveza, no? He pagado poco?

- Ha pagado demasiado. 

- Oh! Y cual es el problema?

- Usted.

- No entiendo.

- Me parece sospechoso.

- Y que va ha hacerme?

- De momento nada. Pero quiero que me conteste unas preguntas.

- Tengo alternativa?

- No.

- Le contestaré lo que quiera, pero primero lléveme en algún lugar para poder comer, estoy hambriento.

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